En las tardes de verano o de invierno, cuando el sol estaba a punto de ocultarse en medio del Tajumulco y el Tacaná, mi abuelo se sentaba alrededor del fuego, y teniendo a todos sus nietos reunidos allí en ese lugar, se ponía a contar muchas historias. Historias de las cuales, muchas aún recuerdo con claridad y otras que se han ido desvaneciendo en mi mente, pero que aún las puedo contar a mi manera. Yo aún era muy niño, pero realmente me fascinaba escucharlo.