El gran Gatsby es probablemente la mejor novela del escritor norteamericano Francis Scott Fitzgerald (1896-1940). Publicada en 1925, nadie como él ha sabido relatar la época de los “Felices Veinte” a través de las aventuras del nuevo rico Gatsby y del narrador Carraway. Una época loca a ritmo de jazz y charlestón, de corrupción y negocios ilegales que indefectiblemente había de desembocar en el crac del 1929. La tragedia se consuma a través de la imposibilidad de recuperar el amor perdido. El curioso caso de Benjamin Button es es un esperpéntico relato corto publicado por primera vez en la revista Collier’s formando parte de una antología que Fitzgerald tituló Historias de la época del jazz. Con visos de ciencia-ficción, el protagonista que al nacer tiene ochenta años en su físico, va “descumpliendo” años con todo el morbo que tal situación produce. En el 2008, Brad Pitt protagonizó una película, aunque el guión difería bastante del relato escrito.
La historia de la amistad que unió al autor y a Walter Benjamin durante una época fundamental de la cultura europea. «Entre todos los modos posibles de conseguir libros, el más glorioso es el de escribirlos uno mismo.» Así ironizaba sobre su vocación literaria Walter Benjamin (1892-1940), contrapunto de Gershom Scholem (1897-1982) en el ejercicio brillante de autobiografía que constituye este libro. Los años de aprendizaje, las primeras decepciones y un enfrentamiento dispar con una tradición cultural idéntica el judaísmo asimilado, constituyen el tejido de recuerdos que configura la memoria de una época fundamental de la cultura europea. Judaísmo y civilización burguesa en la polémica creativa de dos excepcionales pensadores de nuestro tiempo. Reseña: «Gershom Scholem era un adolescente precoz cuando se convirtió en el mejor amigo de Walter Benjamin. El relato de esta relación, crucial para ambos hasta el suicidio de Benjamin en 1940, es a la vez un tributo al genio de su amigo y un lamento por su autodestrucción personal e intelectual.» The New York Times Review of Books
El mercader de Tudela narra el incierto viaje de un hombre que va al encuentro de sí mismo: un rabino de Sefarad, entrevé en un sueño su verdadero destino y decide abandonar sus estudios de la Torá para convertirse en un mercader errante. Muñiz-Huberman (1936) escribe una página más de ese libro ancestral en donde un pueblo nómada encuentra la única y verdadera tierra a la que se puede volver siempre.
Creo poder afirmar que la amistad develada en estas cartas implicaba un conocimiento relativamente profundo de sus respectivos trabajos, cuyos temas, por lo demás, se cruzaron en más de una ocasión. Benjamin y Auerbach fueron grandes misivistas, bella palabra que para la RAE todavía no existe. Sus cartas son el testimonio no solo de una amistad en tiempos de horror, sino de sus respectivas supervivencias. Ellas testimonian tanto una amistad prácticamente desconocida para gran parte de la intelectualidad contemporánea, como la muerte de una época en que la redacción de cartas tenía un lugar central.
En la muestra se exhiben más de noventa dibujos que el artista realizó como director de arte y diseñador de producción para veinte películas como Dragonheart, Alatriste, Gladiator, o Mar adentro, en las que participó entre los años 1982 y 2007. Además del valor documental de los diseños, destaca su importante valor artístico, utilizando pintura al óleo, poco habitual en este tipo de diseños, en los que se aprecia una especial atención a los juegos de luz y color.