
La ciudad rebosante de tráfico, laberinto, derretida en el asfalto, llena de profetas. Hombres que vociferan contra dioses que perdonan, sujetos que en cada esquina redimen al mundo, niñas con estigmas, infantes que reparten plagas, apariciones que acosan, psiquiatras que escriben evangelios llenos de ira, miedo, y por supuesto, rabia. Los personajes de Rafael Medina ofrecen otra mirada, mordaz, rebosante de humor negro, de lo poderoso que pueden ser los símbolos religiosos. Los cuentos de este libro son profecías de la condición humana, de su intento por salvaguardar la cordura ante una divinidad y un mundo terribles. Cástulo Aceves
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Que yo era la solución de Julia, que yo, ningún otro más que yo mero, el Mudo. Y fue el Trompo, o el Puerco, uno de los dos carnales salió con eso. Y desde ahí la carreta, el insistir gacho de los compas. Y fue el día de las madres, este último, afuera de la casa de Rosa, cómo se me va a olvidar. Estabamos toda la banda hasta la madre, bien pedos, bien mariguanos. Luego luego salió: que la Julia no nos quería afuera de su casa, que la Julia nos echaba a los cuicos, que Julia estaba cada vez más loca. Todo eso decían. Sin contar, a güevo, las porras a las jefecitas, los vivas que les aventamos cada 10 de mayo después de las dizque serenatas, de ponernos bien puercos. Todos se preguntaban qué hacer con Julia, para que se calmara, para que ya no la hiciera tanto de pedo, que nos dejara estar en nuestra esquina. Le falta que se la chinguen. Que le den pa´dentro, pa´sus chicles. La estrenada, la estrenada a la ruca. Decían unos y otros. Y el Puerco, o el Trompo, nomás no me acuerdo quien, dijo que yo, que yo mero era el bueno. Porque yo también estaba sin estrenar, porque era quinto, nomás por eso el Mudo tenía la misión de calmar a la Julia.
Con una prosa ágil, desinhibida y acertada, Rafael Medina nos entrega estos relatos en los que se vale del humor negro para poner ante nosotros, con tonos de retrato más que de denuncia, historias que fácilmente podrían estar sucediendo en este momento a unas cuantas cuadras de nosotros, pero vistos bajo la mirada del "arte de su tiempo" que Medina utiliza con sutiles atisbos de crítica. Los cuentos que integran esta colección ofrecen un acercamiento a los rostros que componen la realidad actual: el artista, el inculto, el bueno-para-nada, el que cree que es bueno para todo, la víctima, el victimario, los padres, los hijos, etcétera; narrarlos y leerlos resulta una aproximación a su intimidad y a las circunstancias en que se desenvuelven. En las ficciones de "Una poética del mal" es posible que los delincuentes se conviertan en dueños de un pueblo, donde son castigados quienes se oponen a formar parte activa en un mundo corrupto y soberbio; y donde, por otra parte, los que creen haber experimentado un despertar de conciencia sólo han cambiado de amo.
Filias, fobias, psicoanálisis, machismos y feminismos, fantasías y tragedias confluyen con humor y facilidad bajo la pluma del autor. Humor, no amor: o sólo sexo, y si hay amor alguno es siempre bajo la definición de los amores de tipo extraño, trastornados por la impotencia o la sobreabundancia, la abstinencia o los excesos de la carne, pulcramente diseccionados con una narrativa puntual, descriptiva y penetrante que saca el mayor provecho de cada anécdota. Pero no todo es sexual en esta colección de cuentos que Medina nos propone en Arma vacía: también viaja a los barrios bajos de antaño y teoriza sobre la literatura misma, siempre con un punto de vista acorde al conjunto de textos. Porque a veces la literatura es la mejor escapatoria para todo aquel "cansado tenso harto del trabajo". De esta manera, la lectura se convierte en una terapia sin igual para quien sufre, aunque las pesadumbres sean las mismas que se narran.
Compilado por Antonio Marts (Guadalajara, 1976), sin ser específicamente una antología, este libro se conforma de 27 cuentos de 27 autores ilustrados por 27 ilustradores en torno a la ciudad de Guadalajara, México. Cada autor tendría libertad de situar su historia donde quisiera con el único requisito de que Guadalajara fuera el espacio geográfico donde se desarrollara, o que por lo menos se hiciera una referencia sutil a la ciudad. [...] Otro aspecto que desde el principio quedó claro fue que no se trataría de una antología, tampoco una selección tipo "lo mejor de...", ni una lista como a las que nos han acostumbrado las redes sociales. No se intentaría hacer tabula rasa con los narradores de esta ciudad, incluyendo a unos y excluyendo a otros, ni proclamarlo como "el libro" sobre la misma. [...] Al final, la suma da como resultado 27 narradores y 27 ilustradores, además de René Tapia quien se encargó de diseñar la portada. 27 historias sin un orden específico para leer, se puede comenzar de atrás para adelante, a la mitad del libro, o saltando entre las páginas de manera aleatoria como si de los tracks de un álbum se tratara. No hay más orden que aquel que...
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