
Desde la formación del lenguaje hasta nuestros días.
Contados poetas- a excepción de Lope de Vega- han sido tan admirados, populares y queridos por su pueblo como Alberti. Él supo mantener ese difícil equilibrio entre una afable cercanía y un coridal distanciamiento que lo hacían ser asequible a todos, a la vez que muy respetado. Su personalidad ha sido centro de polémicas, como corresponde a una persona excepcional que ha tenido el privilegio de vivir los acontecimientos más importantes de casi un siglo, que ha defendido un ideario político, que ha sido un innovador en la poesía, que ha amado intensamente la vida, que ha sufrido un exilio legendario y que ha estado presente en la historia y en el corazón de su pueblo, sin importar la distancia geográfica que lo separa. Todos los elementos necesarios para hilar variedad de argumentos a su alrededor y dar forma así a su personaje público, algo a lo que él ya estaba habituado. Aunque lo único que, verdaderamente, importa y perdurará en el tiempo es la obra de uno de los creadores más singulares de nuestra literatura que ha deslumbrado y servido de modelo a varias generaciones. Porque la huella de su virtuosismo está presente- se acepte o no- en la poesía posterior.
Si, como escribiera Lezama Lima en su esencial Antología de la poesía cubana, “la isla de Cuba comienza su historia dentro de la poesía”, no resulta menos cierto afirmar que las mujeres ocupan un lugar relevante, significativo, entre los poetas que han contado, o poetizado, esta historia. En Otra Cuba secreta se reúnen por primera vez las voces más importantes de la poesía femenina cubana de los siglos XIX y XX. El volumen se completa con una amplia Introducción, así como notas, comentarios y bibliografía sobre cada una de las poetas seleccionadas. La Antología queda integrada por cuarenta y tres autoras: Gertrudis Gómez de Avellaneda, Adelaida del Mármol, Julia Pérez Montes de Oca, Úrsula Céspedes, Luisa Pérez de Zambrana, Aurelia Castillo, Nieves Xenes, Juana Borrero, Mercedes Matamoros, María Luisa Milanés, Emilia Bernal, María Villar Buceta, Dulce María Loynaz, Mercedes García Tudurí, Mirta Aguirre, Serafina Núñez, Julia Rodríguez Tomeu, Carilda Oliver Labra, Fina García Marruz, Serafina Núñez, Cleva Solís, Rafaela Chacón Nardi, Nivaria Tejera, Pura del Prado, Rita Geada, Georgina Herrera, Edith Llerena, Lourdes Casal, Rosario Hiriart, Juana...
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Considerado uno de los m s valiosos testimonios escritos por la cultura precolombina, esta nueva versi n de la tragedia del Rabinal-Ach ha causado un singular entusiasmo y admiraci n entre los especialistas. Se trata de una pieza dram tica, donde el canto, la poes a y la danza se fusionan en un espect culo que presenta la cosmolog a del pueblo quich .
La noche es profundamente oscura. Tenemos que ir adivinando el camino que conduce al puente. la linterna del maestro maquinista nos indica vagamente el camino. Despu s de algunos tanteos, m s con los pies que con las manos, damos finalmente con los pesados tablones. "Cristo" vocifer . "Si no se anda uno con cuidado por aqu , de un resbal n va a dar al agua..."
El niño que protagoniza esta novela se entromete cuanto quiere en el insensato mundo de los adultos. Vive en un caserón del Patio de Las Brujas, una de las peores calles de la resbalosa y espectral Bogotá del último cuarto del siglo diecinueve. Su familia guarda secretos que ni él mismo, a pesar de su mentalidad retorcida e ingeniosa, llegará a sospechar y que se desatarán con la llegada de un enajenado tío. Las vidas de estos dos personajes, atravesadas por la influencia de la madre, se tocan hasta confundirse en una alternancia bien dosificada entre el sujeto y su doble. Vivirán entre sombras y, quizá sin quererlo, se llevarán a sí mismos, ya la ciudad entera, hasta el extremo del delirio. Las diecinueve enaguas se teje en una trama audaz y ambiciosa. Y sale muy bien librada de su juego literario. Sus personajes incitan y seducen. Sus palabras no pueden estar mejor escogidas y sopesadas. Es una interpretación burlona y sin concesiones de la Colombia ultramontana de la Regeneración y, sobre todo de las conductas sociales que generó su régimen conservador. La mirada histórica de Mackenzie da vida a una Bogotá en claroscuro y ensimismada, sórdida y enamoradiza...
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